martes, 30 de junio de 2009

Balas y disparos

Como balas que no escuchan los disparos, la gente no escucha al hambre que aturde en corazones fríos colgados del suelo árido de las tierras infértiles que el norte no deja florecer.
Silencio presente en recorridos ruidosos, callado en su centro se vacía por dentro, es un pozo de calles y cordones de veredas ambulantes con testigos mudos.
Fracciones de tiempo herido que van muriendo en plena vida, que van sangrando sus heridas con tragedia enriquecida.
Los consuelos tragan venenos de bichos espesos que crecen deformados con los puños lastimados de pegar a los pegados.
Esperanzas indefensas se pierden con la niebla que generan los que visten con orgullo la codicia.
Fantasmas de hielo derriten los huesos de envestidos guerreros, de quienes amaron la tierra y murieron por ella.

Agustín Marcenaro